Autor: GUILLERMO DE LA DEHESA, El País.com 08/05/2011
Martes 7 de junio de 2011, por Carlos San Juan
Más que mejorar, los tres países rescatados han empeorado su solvencia por el duro castigo recibido
Sus fallos de diseño son: Primero: no ser un área monetaria óptima, como EE UU, puesto que la movilidad del trabajo y del capital entre sus miembros es muy baja, y por ello necesita un presupuesto o fondo de estabilidad muy voluminoso para enfrentar posibles choques asimétricos de sus miembros. Segundo: toda política monetaria única necesita una política fiscal única o muy coordinada, puesto que la deuda excesiva de un país miembro produce externalidades negativas sobre aquellos que compran su deuda sin riesgo de cambio. Tercero: una política monetaria única puede tener efectos perversos al aplicarse a países con tasas divergentes de crecimiento e inflación, pudiendo ser simultáneamente dura para aquellos con tasas más bajas y laxa para aquellos con tasas más elevadas.
A pesar de estos fallos, el área euro fue creada con un presupuesto mínimo del 1% del PIB, con una política monetaria única basada en el IPC armonizado ponderado por el peso de cada país miembro en el PIB total del área y, para evitar externalidades fiscales negativas, con un Pacto de Estabilidad y Crecimiento con fuertes sanciones y una cláusula de no-rescate fiscal y monetario en el Tratado de la Unión.
Durante varios años, los inversores confiaron en este diseño acercando excesivamente los diferenciales de deuda de muchos países miembros a los de Alemania, mientras la política monetaria del BCE mantenía los tipos bajos al ser lento el crecimiento de Alemania, Francia e Italia, que representan dos tercios del PIB del área, resultando en un IPC armonizado total bajo. Pero para el tercio del PIB restante, menos desarrollado y con mayor crecimiento, dicha política resultaba muy laxa al ser sus tasas de inflación elevadas y sus tipos de interés reales cercanos a cero.
Ambos factores desencadenaron una burbuja crediticia en estos últimos miembros, que invirtieron en activos financieros y especialmente inmobiliarios, haciendo que la crisis financiera sorprendiera a sus empresas, familias y bancos excesivamente endeudados. Finalmente, parte de esta deuda privada pasó a ser pública al intentar sus Gobiernos evitar una recesión mayor, rescatar a algunos bancos y desplomarse sus ingresos fiscales tras explotar dichas burbujas.
Sus fallos de gestión han sido: Primero: Grecia destapó su escasa solvencia en octubre de 2009. El FMI acudió inmediatamente con financiación y un programa de ajuste, pero fue rechazado por considerarlo el Ecofin un asunto interno, sin tener ni experiencia ni fondos suficientes para actuar. Tras varios meses discutiendo un paquete de ayuda, mientras su solvencia empeoraba, la reacción de los inversores obligó a crear apresuradamente el EFSF en la madrugada del 10 de mayo de 2010 para intentar rescatar a Grecia y evitar el impago de su deuda. De haber dejado al FMI hacer su trabajo, probablemente no hubiera habido ni contagio ni crisis, y quizá Grecia habría reestructurado ya su deuda.
Segundo: se prohibió al EFSF comprar deuda de los países con problemas de solvencia (salvo excepcionalmente, tras marzo 2011 y solo en el mercado primario), pudiendo conceder solo créditos a cinco años al 5,8% (cuando se financiaba al 1,9%), castigando así al país que intenta salvar, aumentando su probabilidad de impago y olvidando que los problemas de insolvencia no se resuelven con liquidez muy cara a cinco años, sino comprándole parte de su deuda a descuento en el mercado secundario para ayudarle a salir antes de la crisis y, cinco años después, venderla con beneficio.
Tercero: para justificar un EFSF permanente (el ESM), se decidió castigar también a los inversores privados, decidiendo que, a partir de 2013, los países del área euro emitirán su deuda con cláusulas de acción colectiva que en caso de impago afectarían a todos sus inversores privados, que son, mayoritariamente, sus propios bancos, seguros y fondos de pensiones del área euro. La reacción lógica fue descontar la perdida esperada de los precios del stock actual de deuda, provocando un desplome que desencadenó el rescate de Irlanda.
Cuarto: asimismo se rechazó la propuesta más sensata y eficiente de resolución de esta crisis soberana, consistente en crear un mercado de eurobonos tan profundo y líquido como el de EE UU, con solo el 60% de la deuda total de cada país, que según el Tratado es su nivel sostenible. De haberse aprobado, se habrían evitado los ataques de los mercados, el contagio y los rescates, y se habría atraído a muchos grandes inversores en deuda soberana triple A en dólares a invertir en euros como alternativa a su exceso de bonos del Tesoro estadounidense. Rechazo incomprensible, ya que las emisiones del EFSF y del futuro ESM son ya prácticamente eurobonos.
Quinto: el reciente Pacto por el Euro tampoco deja que el ESM compre deuda en el mercado secundario, sigue castigando al prestatario -ahora con 200 puntos básicos de margen sobre su coste de financiación- con mayor condicionalidad e introduciendo además tres cláusulas que endurecen el ESM frente al EFSF haciéndolo prácticamente inviable.
Por un lado, los créditos del FMI y ESM tendrán prioridad de cobro sobre la deuda de los inversores privados. Cuando un país accede al ESM, toda su deuda en manos privadas deviene junior y pierde su rating, haciendo que los inversores hayan vuelto a descontar su pérdida esperada del precio actual de los bonos, provocando otro desplome y aumento de los diferenciales, que han desencadenado el rescate de Portugal.
Por otro, cada préstamo requerirá unanimidad, permitiendo que cualquier país miembro tenga veto, haciendo más improbables futuros rescates y más probables reestructuraciones a costa del inversor privado. Finalmente, si la Comisión y el BCE determinan que un país es insolvente, el ESM dará préstamos solo si los dan simultáneamente los inversores privados, cuando, si es insolvente, es porque estos últimos han rechazado ya refinanciar su deuda.
Sexto: dicho Pacto calcula erróneamente la competitividad de cada país miembro, al utilizar sus costes laborales unitarios frente a los de Alemania, cuando este país decidió voluntariamente entrar a un cambio sobrevaluado y tuvo posteriormente que hacer una devaluación interna reduciendo los salarios, haciendo que ahora ningún país miembro sea competitivo frente a él y tenga que devaluar internamente sin necesitarlo, puesto que muchos de ellos, como España, no compiten con Alemania ni en bienes ni en servicios, y ni dentro ni fuera del área euro.
Resumiendo, tres fallos de gestión de la crisis de deuda del área euro han desencadenando los rescates de tres de sus miembros más endeudados que, más que mejorar, han empeorado su solvencia por el duro castigo recibido. Para colmo, ahora Alemania sugiere que Grecia debe solicitar una reestructuración voluntaria de su deuda, una contradicción en términos y contraria al acuerdo del Consejo, en lugar de aceptar que la permute temporalmente con el EFSF, provocando otra caída de precios y afectando temporalmente a las deudas española, belga e italiana. Lo único positivo de estos fallos es que están reforzando la gobernanza económica europea.
Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Policy Research (CEPR).