Autor: Federick Kaufman
Miércoles 11 de mayo de 2011, por Carlos San Juan
....Pero el índice de Goldman pervirtió la simetría de este sistema. Al GSCI no le importan los inveterados patrones compra-venta/venta-compra. Este novedoso producto derivado fue fabricado para comprar productos básicos, y sólo comprar. En la base de esa estrategia que sólo busca posiciones largas (o compra de futuros) estaba la intención de transformar una inversión en productos básicos (que antes era de la competencia de especialistas) en algo que se parecía mucho a una inversión en acciones: el tipo de activos en los que cualquiera podría poner su dinero y dejar que se acumulara durante décadas (como comprar General Electric o Apple). Cuando los mercados de productos básicos empezaran a parecerse a la bolsa de valores, los bancos recibirían nuevos flujos de dinero en efectivo. Pero la estrategia tenía un defecto, al menos desde el punto de vista de aquellos de nosotros que comemos: el GSCI no incluía un mecanismo para vender la mercancía.
Este desequilibrio socavó la estructura recibida de los mercados de productos básicos, al necesitar que los banqueros compren y sigan comprando: sin importar el precio. Cada vez que se acercaba la fecha de vencimiento de un contrato a futuro de un índice de productos básicos, los bancos estaban obligados a "rodar" su cartera de miles de millones de dólares en órdenes de compra al siguiente contrato de futuros, para los siguientes dos o tres meses. Y dado que simplemente el impacto deflacionario de “acortar” una posición no era parte de la estrategia del GSCI, los operadores profesionales de granos podían hacer un gran negocio anticipando las inevitables fluctuaciones que causarían estas "rodadas". (...) En la base, el sufrido agricultor; para él, el aumento del precio del grano debería haber sido un golpe de suerte, pero la especulación también ha creado picos en los precios de todo lo que necesitan los agricultores para producir su grano, desde las semillas hasta los fertilizantes, pasando por el diesel.
Inmediatamente por encima de ellos, los consumidores. El estadounidense promedio, que gasta aproximadamente 8 a 12 por ciento de su salario semanal en alimentos, no sintió inmediatamente la crisis. Pero para los casi 2 mil millones de personas en todo el mundo que gastan más de 50 por ciento de sus ingresos en alimentos, los efectos han sido devastadores: 250 millones de personas pasaron a engrosar las filas de los hambrientos en 2008, con lo que la inseguridad alimentaria rebasó llegó a golpear a mil millones de personas: una cifra sin ejemplo histórico. (...)
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