Autor: LUIS GARICANO, 14/02/2012, nada es gratis, elmundo.com
Friday 17 February 2012, by Carlos San Juan
El pasado sábado, el líder de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, nos adjudicaba a los investigadores de FEDEA la autoría (la «pluma») de la reforma laboral. No, señor Toxo, no es nuestra reforma, ni somos sus autores. Entre otras cosas porque no contiene nuestra propuesta estrella: la reducción drástica del número de contratos, especialmente los temporales, y su sustitución por un contrato único, con escala creciente. De hecho, la dualidad, nuestra preocupación clave, no va a disminuir con esta reforma, ni lo hace el número loco de contratos (de hecho, ¡se añade uno!), ni se reduce la proliferación de bonificaciones inútiles (que aumenta) que hemos denunciado continuamente, ni la horrorosa complejidad de los procedimientos para descolgarse o para adaptar las condiciones laborales.
Lo que la reforma trata de hacer, pues, no es acabar con la dualidad y la rotación, sino facilitar la adaptación de las empresas a una situación de crisis única en la historia de España, potencialmente el momento económico más delicado en los últimos 70 años. Las administraciones públicas, la banca y las empresas públicas, entre otros muchos sectores, se enfrentan a la necesidad de hacer un ajuste de tamaño histórico, y este ajuste viene después de ya 53 meses de pérdidas de empleo. En el pasado, las empresas españolas no han tenido herramientas para hacer tales ajustes más allá de costosísimos despidos que pueden llevar a cualquier empresa a la calle. La reforma incide en los dos lados de la balanza, flexibilidad externa e interna, reduciendo, potencialmente de forma considerable, el coste del despido y reduciendo también, aunque con menos claridad, el coste de hacer cambios en los términos del empleo, y en particular de introducir cambios en la jornada laboral y en los salarios. La historia juzgará esta reforma laboral en función del equilibrio que resulte de ella entre flexibilidad interna y coste de despido: ¿empezará a haber despidos masivos? ¿O veremos a las empresas aprovechar el aumento de flexibilidad interna?
Desde el punto de vista de los costes del despido, la reforma pone punto final a la locura desde una perspectiva comparada de los 45 días de despido por año trabajado y 42 mensualidades, sin limitar derechos adquiridos. Además trata de incentivar los despidos objetivos (20 días por año). Éste es quizá el cambio más importante y loable, que contribuye a alinear nuestra economía con las de nuestro entorno. Eso sí, la caída de los costes de despido debe llevar a un incremento de la voluntad de negociar y adaptar internamente, pero puede también conducir a facilitar la vía drástica del despido, si los trabajadores y empresarios no adaptan rápidamente su comportamiento.
Por otro lado, la reforma hace una apuesta más decidida por la flexibilidad interna que las anteriores reformas.
(...) El elemento más importante de flexibilidad interna en esta crisis puede ser la reducción de jornada. La disposición adicional quinta cuantifica y da una vía para el desarrollo del desempleo parcial, entre un 10% y un 70% de reducción de jornada, que el legislador debe potenciar en lo posible. Además, la reforma tiene muchos otros detalles racionalizadores del alocado sistema de relaciones laborales de España, de los que destaco dos. Primero, una mejora del ridículo antiguo tratamiento del absentismo laboral, de acuerdo al cual uno podía ser un caradura con tal de que sus compañeros no lo fueran -no se podía despedir al que faltaba injustificadamente si la empresa no tenía un enorme problema de absentismo. Ahora no-. Segundo, también es buena la ruptura del monopolio sindical y empresarial sobre la formación.